Fugitivas como un río circular que renace, una y otra vez, impasible.
En su interior guardan sucesos y estaciones de nieve o canícula,
de candor floreal y alamedas sin hojas.
Huyen y de pronto son pasado que ha puesto una cicatriz en mi piel,
fingen amistad con la armonía de sus latidos, sus números voraces no callan
y su voz es casi muda como si temieran despertar de su sueño
a un dios despiadado.
Yo siento sus alfileres clavarse en mis ojos
porque el tiempo no deja de exhibirse
y su orgullo es la herida,
una ilusión que aja, poco a poco, la corteza de mi árbol,
que absorbe la raíz de mis días, que trina eternamente,
como un colibrí inmortal.
En su urdimbre de minutos caídos yo tejí contornos efímeros,
en su fluir sin tacto no hay espacio que dure,
no hay razón ni locura, no hay otra cosa
que olvido.
viernes, 7 de abril de 2023
Las horas
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