Esas palabras mudan de color,
del verde al añil,
del rosa al azabache,
del blanco impoluto
al gris ceniciento.
La cortesía duele si en la lengua habita la falsedad
como una raíz sin alma.
No le des calor a mi luz si es la sombra tu vestido,
no le des aliento al que te pide un mar en los ojos
y tú le regalas un océano de cartón.
Hay un sí que mañana será un no,
hay hilos que urdes sobre la piel de la claridad,
tu luz se parece demasiado a un sueño.
Te entregas a medias,
como una ola fugitiva retraes la espuma dada
para que transite por el oasis del deseo el alacrán del olvido.
Qué extraño descubrir que apenas te conozco.
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