domingo, 9 de abril de 2023

Tu parque en primavera


El gorrión salta, picotea en un abril que florece.

Qué día ardió en el azul, qué luz encendió el viento

del azar, qué musculo sin latidos volvió a la fragua infantil

del estupor. En tu parque el lago de las carpas verdes,

la huella de los perros es como tu rostro difuso, multiplicado,

un patín eléctrico da vueltas sobre sí como un eje sin paz.

Conversaciones que han caído de los árboles, carozos

ya maduros en los labios, invisibles al contraluz de la tarde,

las palabras bajo el rosal se estrellan y gimen como si fueran

moléculas de sangre en el ardor vespertino, como ninfas

que llorasen por las manzanas de oro, igual que el álamo

y la conífera, que la pérgola y el pino, que el metrosidero

y su voz de alguacil enfadado, tú te muestras así, cómplice,

tenaz. Y la grava y el dibujo de la rayuela, los botes sin velamen,

los tenderetes de algodón dulce, maní, palomitas y piruletas

con perfil de espiral. El silencio visita a la sombra en el lugar

más apartado del jardín, un palacio de láminas de vidrio

-bajo él un sueño de faunos- y un aire cálido como de agosto

sin amanecer, la estela de los patos sobre las algas ocres

con islas de pan húmedo, y un racimo de palomas adueñándose

de una plaza equinoccial. Siempre que regreso a este mundo

sin horarios ni citas recuerdo tus lápices de colores y aquellos

garabatos que tú, lentamente trazabas, sobre un cartón amarillo.

 

 

 

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