Era el aire y la voz, una mano que se acerca,
un pensamiento que empuja su sombra hasta ti.
La memoria del amor es triste,
se parece a un árbol caído cuyos retoños aún brillan.
Recibí a tu ángel y no supe reconocerlo,
parecía un hilo blanco la vida que se enhebraba en la noche,
tan natural el tiempo de los jardines en flor.
¿Y yo qué te entregué que no fuera silencio?
Es tu alma el corazón de un bulbo que me alimenta,
en el despertar del sol las lágrimas del día mueren,
solo hay calidez, ternura y paz.
Tú eres mi sueño en las horas del insomnio,
tú la sonrisa que no deja espacio a la tristeza,
tú el ojo que ha viajado conmigo hasta el confín de los bosques.
Tu amor merece un amor mayor,
a esa fe me entrego,
nunca es pronto para quitarte la espina que incrusté en tu luz,
solo así no olvidaremos lo que en las entrañas del tiempo fuimos.
Te doy mi abrigo y tú me das la vida.
Es un regalo que estés, ojalá sea yo para ti el farol
que acompañe el lento paso de tus días.
Ojalá que nunca pueda ver tu adiós.
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