Los peldaños de la nostalgia bajan hasta la raíz de mi nombre.
Se ven enmohecidos como si ya nadie, nunca más,
hubiera pisado su mapa de infancia, sus ríos de juventud,
su corazón de viento.
Mis huellas no quieren ser testigo de mí,
su analogía es de árbol, crecen, brincan sobre los rectángulos
para salir de lo oscuro, verticales como pájaros de la luz,
posan su arquitectura sin alma en las costillas de un armazón
llamado tiempo.
Mis huellas son un bosque que no cesa de marchar hacia el olvido.
Creo que nunca llegamos a olvidar del todo. Saludos
ResponderEliminarEso es cierto, hasta que la muerte convierte el olvido en eternidad. Gracias por la visita y el comentario. Un saludo cordial.
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