Están vivos
como un latido viejo que me nombra sin cesar.
Son sueño y
son hojas caídas que no se lleva el aire hostil,
son un arco
iris en la clepsidra que gotea infinitud,
son árboles
que ocultan el dolor
con su
alegría de canción sin horarios.
Me buscan
porque yo soy un pozo del tiempo,
rompen en
mí sus olas cansadas de exhibirse en la memoria,
de lo
intangible nace su poder anfibio que me viste en la noche
como una
gárgola que derramase el agua de la edad
sobre mis
ojos de niebla.
Vencen
cuando se posan en mis hombros con sus imágenes de paz inaudita,
con sus
romances de flores, con su ardid de pámpanos encendidos.
Son la
verdad
cuando los
espejos amigos niegan mi presente,
mi futuro, y nunca me esconden
lo que fui.
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