sábado, 18 de febrero de 2023

El doloroso frío de la vida

 

Hace frío.

Mucho frío.

 

Un frío de silencio y árboles desnudos,

no hay calor en las calles, el fuego es lejanía,

rememoración de la desnudez

junto a la chimenea del hogar,

ramas quebrándose en azul y rojo,

restallando como duendes sobre las ascuas,

espejismo de imágenes entre flamas y lentas espirales de humo.

 

Hace frío en la noche, cuerpos rígidos sin pedestal,

inmóviles como rosas de piedra,

no hablan, no se juntan,

suceden en el vaho con su carne rojiza,

sus labios de rocío,

sus espaldas vestidas por el alud de las horas

que son flores de enero.

 

Desposeídos, sin que el sol sea un tizón en lo alto,

un manantial de luz y áridos paisajes,

una lengua que abraza los cuerpos

con el íntimo rumor de los geiseres,

un ojo sin nubes que expande su química

de solsticio y claridad.

 

Hace frío en la escarcha de tus dedos,

hace mucho frío si me miras con párpados de cristal,

el frío es la piel de los hombres,

la carne de las mujeres,

el corazón de los niños.

 

Llueve un frío sin color que se palpa en el aire,

estalactitas de oxígeno,

pináculos de nieve en las cornisas,

hace tanto frío que las amapolas del jardín son blancas.

 

Qué frío en mi alma,

qué infinito es el frío de la vida

cuando no hallo calor

ni fuera ni dentro de mí,

y sufro.

 

 

 


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