Hay un oasis en mí que desconozco.
A veces las gotas del tiempo
son sed que despierta mi noche.
A veces una voz susurra vocales
y es una canción en los labios del alma.
A veces tu cuerpo y el mío se vuelven uno
como si lugar y espacio
fueran la doblez contenida en un cristal
donde el hoy se derrama, abrazándonos.
Y el amor con su sonrisa de ángel que inventa en ti unas alas,
y el apogeo del amanecer
como una epifanía de claridad
en el misterio de la luz.
Desde la pétrea mañana me adentro en ti
y soy el fruto de mi oasis: el dátil jugoso que sacia tu hambre,
el agua que roza tus párpados, la ternura del palmeral, cobijándote.
Y ya no hay desierto
solo este ombligo de paz
en la mirada que nos une.
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