Tus alas vienen a mí como si yo fuera un nido frágil.
Hay un contacto de cuerpos que buscan algo más
que la piel y los costillares. Hay corazones que le hablan
al día con la tierna canción del sentimiento. Hay ojos
que se acuestan en las mejillas próximas del amigo.
Hay un fluir de palabras mudas que se vierten en los oídos
ajenos y son silencio fértil. Entre los brazos la empatía
de la carne, susurra. Será un minuto o segundos su tiempo,
el suficiente para que la soledad deje de ser sombra
y nos ilumine una luz que da calor y vida, una luz
que niega la oscuridad oculta en los espejos.
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