Crecí en la noche como página de vida, la noche era viento
y ramas, silencio y cometas perdidas, en la noche un carmín
y una flor quimérica, la noche sin historia creía que la noche
era un arpegio, una música dormida, y fue la noche el azul
y la tiniebla, vivía en la noche el árbol invisible de la cautividad,
amé la noche al desvestirme con mi piel encendida y mis surcos
de nieve que relumbra, vino la noche con el carnaval del viento
y golpeó en los cristales, reconocí tu alma en la noche y se persigno
el ángel en su jardín de amapolas, llegó la noche a mi luna, llegó
con mil caballos rojos a iluminar mi alcoba; yo sé que la noche
es olvido, sé de su caparazón oscuro como una lágrima que el aire
lanza a la química del ardor, me dijo la noche que no era hembra
sino un duende sin alas que gime porque de noche teme a la noche,
en el silencio de las horas la noche se alza y rota en mi derredor,
acostumbrado estoy a su danza, se va la noche con el aullido
del alba, me deja su confín de estrellas en la pared tapiada,
y yo dibujo sus ecos para que no me venza el día y sea
un apátrida de la noche, a la que vuelvo llamándola luz.
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