Los
sentidos son raíces cuya flor vive en la luz.
Siento el peso de los nombres, y la edad igual
que una huella en el río del olvido, siento el áspid
del reloj con su monótona canción de despedida,
siento la palabra desnudarse y crecer en tu boca,
verterse en tus labios como una semilla fértil.
Siento el azúcar del tránsito, el frescor del aire,
el sol de ayer oculto tras las dunas, siento la voz
que me
hirió como un ángel negro en la fosa
de mi
espalda, siento la noche y siento el día,
desdoblados
como máscaras de un mismo rostro,
siento el
vacío de tu espacio como una golondrina rota,
siento mi cuerpo, pero ya no siento el tuyo, a mi lado.
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