lunes, 23 de enero de 2023

Elegía a la ciudad atlántica

 

Su cabello se encrespa entre las olas, aire indócil,

vértebra alzada sobre los surcos del agua, el lápiz

de su torre como un dedo altivo ilumina el filtro

innombrable del océano, la amura de los barcos

que hincan sus estribos sumerge su faz azul, roja,

como una piel eternamente lavada, como un golpe

que levantase gotas con peces abisales en su rocío

o leyendas de marinos a la deriva bajo un cielo malva,

y un grito de olas alzándose como un muro blanco,

un hielo de espuma, una corona sepulcral de rizos álgidos

y rotunda sed en las entrañas. Pero también hay luz

que brota como flor de cristal y pájaros sin nombre,

la plaza rectangular donde una estatua con piel de mujer 

y orín de estío en los hombros desafía al sol, aleve.

Ciudad de púrpura mojada, sangre de sal y versos,

testuz de yunque y piedra, vestida de rocas y algas

como una sibila atlántica, táctil es su aliento de septentrión,

ciudad sin baluartes, húmeda como lengua de lluvia,

frágil como nieve de galería, luz de plata en su costillar

donde ya no existen las sombras, donde ya no anida mi voz.

 


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