Ven al sur de la noche, al extremo púrpura de la huella fugaz,
al brío de un corcel entre las sombras, a los silencios sin flor,
a la fibra calcárea de los lugares donde el tiempo son nubes de estaño.
Transita los países de la luz y las palabras que ríen en los ojos,
con los pasos dormidos, con tu cuerpo como un alfil
que traza mil diagonales, y teje caminos y vence a los horóscopos,
y surca- pájaro de armonía, coraje del color-la mies del trigal,
el azul lacustre de los hielos, el látigo pueril de las corrientes,
la semilla y el polen danzante de los nardos,
los bosques y el brécol de sus copas
parecido a un algodón de amazonita.
Ven y dibuja conmigo una cicatriz en mi sien para que los relojes canten su conquista,
desnúdate de los murmullos que son aire sin eco en la voz de mi garganta,
vibra con la luz y las góndolas que al atardecer se acuestan en tus labios.
Sé el coro de unos ángeles sin bruma, en un cielo de metal, bajo un altar de pérgolas.
Ven, y quédate junto a mí, que ya clarea el día, que ya muere la noche.
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