Se afila tu
rostro en el temblor de la llama.
Soñamos con
la caverna incandescente,
el ascua que
arroja nuestro lecho después de la química del amor,
la ventisca
gris que tizna la quietud de la noche,
el halo que
rubrica la silueta oblonga de la hoguera,
los pájaros
de plumas verdes atraídos por el crepitar
insomne de los
troncos, la playa de junio al bies de las olas
mientras un haz de aventura febril golpea en la sed de los cuerpos.
Ya no
existe la realidad sino el olvido, en tu faz el frenesí de la llama,
como una
luna de sangre que temblara, entre las nubes, perdida y sola.
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