Un día descubres
el hilo invisible de la amistad.
Se forjó en
la palabra, en los hechos,
en la
comunión de ese algo íntimo
que algunos
llaman pensamiento, y otros, alma.
El
escenario de la vida junta también los destinos,
y aparece
la amistad fácil, la de la noche y las copas,
la que
pronto se aleja cuando la desgracia
es un
dragón de fuego en las entrañas.
Yo conocí a
ese amigo infiel que a menudo lucía una máscara.
Pero
también supe del verdadero:
el que
escucha cuando el dolor es antiguo,
el que
comparte contigo los sueños que nunca alcanzará,
el que
confiesa sus debilidades y ofrece sus fortalezas,
el que te apoya
en lo infausto
y disfruta
de tu compañía,
el que es tan
sincero y leal
como lo es el
cariño de un padre.
El hilo
invisible de la amistad va tejiendo un tapiz,
un vestido
protector, una casa compartida
donde hay
un eco que responde
si lo
necesitas;
y un árbol
que da sombra
y una mano
que aprieta
fuertemente
la tuya
para que no
sucumbas al temor.
A ti puedo
llamarte mi amigo.
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