martes, 24 de enero de 2023

La casa vaciada

 

Al aire las vértebras de su esqueleto.

 

Hoy lo tangible habita el adiós en las cajas de cartón,

el reparto de los objetos se viste de sentimentalidad,

en las paredes las huellas de los cuadros como hollín de tiempo,

en los cajones historias imperceptibles bajo un revoltijo de llaves,

agendas, pilas usadas, manteles y cuberterías, números de teléfono,

enchufes, cargadores de móviles, recuerdos de turista…

 

Conserva la casa sus grandes ojos de cristal,

los techos de molduras floridas, las grecas del pasillo,

sus cavidades donde aún flotan las palabras que un día dijimos.

 

Sentado en el último sofá por recoger

llegan a mí

ecos de navidad,

el sol de agosto como una lengua viva,

las risas de mis hermanas en la habitación de los juegos...

 

Se desnuda el hogar, me enseña su piel de hembra vieja,

duele esta carne polvorienta, estos espejos arrumbados,

las lágrimas de las arañas que ya no reflejarán la luz,

los armarios vacíos del ropaje ambiguo de las estaciones,

la cocina sin el aroma del fogón, las estanterías como cuencas vaciadas.

 

Pero yo sé que sigue viva, porque la memoria es manantial de imágenes,

fuente exacta que moja lo que fui

como una lluvia que cae sin cesar,

y sacia mi sed, y ablanda mi hambre

y me permite volver a la infancia,

a la juventud, al tiempo feliz

de los naranjos en flor.


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