sábado, 28 de enero de 2023

Oda a la nostalgia

 

A veces me miro dentro con ojos blancos,
hay calor de hogar y sol perpetuo en los días que no pasan,
ocurre que se hinchan las velas de una nave que va a partir
y el aire son palabras y la luz una flor que brota en la nieve.

Y son un teatro los párpados cerrados
donde la niñez no conoce eclipses
y la juventud es un jardín que desafía a la ceniza,
a las líneas ajadas que el tiempo deja en la piel,
a la sed de los relojes que consumen el fulgor del instante
con su paso de koala triste y su canción de adiós en la niebla.

Escribo desde su piel y no doy nombres,
en el atardecer a solas el tiempo feliz de la luz
que ilumina la habitación de mis días de pálpito negro.

Yo sé que es nube fugaz, irreal, etérea,
nube que regresa como una paloma-niña a mi corazón,
desde allí renace hacia el cielo claro de la añoranza
y forma un oasis, sin edad, en la vejez de mis ojos.

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