Nunca cayeron hojas en la buhardilla rota, el arlequín
de los cuerpos danza en metáforas de aluminio,
y es que el aire ya no se columpia,
cada esquina muere en su rencor y toma la carne, la acaricia
como lluvia de lágrimas, como la nada en la nada de un tiempo
inexacto.
Yo sólo escuché los estambres de un sueño, rumores
bajo un vaso de níquel, lo que sabía no lo dije, lo que tu sabías
fue nube en el sexo de las horas, los años me traen canciones de seda,
subterráneas partículas de algo que no tiene esgrima, pongo mi cuerpo
a dibujar en el signo, hoy que la membrana de un adjetivo ha calcinado el verso
te miro en la gruta como un episodio de miel, como un azar
de tres sílabas en círculo.
Te hablo, me adhiero a los vértices
de un combate de espejos, asiento como un nómada en los desiertos
de espuma, sugiero tambores que no pasarán página, ¡tantas veces
modelé el conjunto de tus miedos, tanto amé al roedor que pusiste
en mi ceniza!, no diré un nombre que dibuje en el cielo témpanos,
no simularé las tardes sin tobillos. Es una historia ciega
la que nosotros construimos,
conté portales, tracé en silencio
la trayectoria omnímoda de tus ventanas.
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