domingo, 17 de julio de 2022

El tiempo ido

 

Dime si tu cuerpo es un mapa sumergido,
dentro de ti hay esquinas sin doblar,
soles de alabastro,
lluvia en los márgenes de un cantil,
rumores de vientos ártabros en los riscos perdidos,
una canción hermosa que inventamos en los días del agua
bajo puentes de sal.

Intérnate otra vez en los sueños de la aurora,
el aire limpio se dibuja en tus ojos,
hay dos manos que se aferran a un cansancio de rosas,
vuelan los silencios sobre cabellos adormecidos
como espumas que se elevaran para caer en rocío,
igual que elefantes sordos que no escucharan el barritar de sus hembras,
la mordedura de la cobra en la piel del niño,
la ausencia de los coros si gritamos noche,
el círculo que ampara la soledad donde no penetra la luz.

En la voz que hila los recuerdos se mecen las horas grises del atardecer,
las palabras ígneas que se volvieron azúcar manso,
las camas que levitaban como ángeles del ardor,
el tumulto de un beso ciego,
las sinrazones que colmaron la carne de vocales sin idioma
-tu somnolencia desde el balcón sin paraíso,
la muerte de la pérgola en aquel jardín del sur-
el trueno dormido en tus pupilas
antes de que el jazmín brotara en la sed de tu boca.

Ciudades de papel nos hirieron,
el olor salino en la sangre,
un tajo en la suerte común,
la madeja que desconoce a su dueño,
un tapiz que arroja al olvido la tentación de provocar terremotos
en la pequeña escala del desnudo,
algo se resquebraja como aquel hielo de cristal que tú y yo soñamos.

Después del tiempo ido llega otro tiempo nuevo,
el tiempo de los bosques que maduran al sol,
las acequias ya no son vírgenes ni hay ilusiones que palpiten,
solo el imán del crepúsculo que nos atrae hasta que las miradas se encuentran,
y surgen las voces y los sentimientos se anudan
en viejos aullidos de desmemoria.

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