lunes, 18 de julio de 2022

La isla

 

La isla se reflejaba en el neón de los rótulos,
un perfil diferente en cada esquina
porque la isla estaba en mí
y yo me sentía muchos a la vez.

Enero de mil novecientos ochenta y seis,
en la ciudad atlántica la nieve era un espejismo
de briznas cayendo en la noche
como cristales de luz,
el blancor del alba,
un sol tardío.

El humo de las fábricas ponía un velo
como de nubes grises en el horizonte,
la estación, edificio cuadrangular,
parecía un animal de grandes escamas,
dormido al contraluz del amanecer.

Hay destinos que no imaginas,
desconoces las vivencias,
las formas, el trato,
los colores, los acentos,
los hábitos que te esperan.

El tren recorre los espacios verdes,
aún en penumbra,
los bosques menguan,
el cielo se agranda,
el ocre de los campos aparece con su sed inmemorial.

Ya no soy lluvia, soy un pastor que recorre la meseta,
la interminable meseta en un día claro.

Pero mi final no está aquí,
un avión triste me dejará en la isla,
la isla entonces no se reflejará en los rótulos,
sino que vivirá en mis pupilas.

¿Hasta cuándo este sueño de mar infinito?

No hay comentarios:

Publicar un comentario