Aquí la luz se abre como un ojo divino,
atrás el cielo gris sobre un verde de agua.
Hay un ruido de enjambre que solo notan los extraños,
los rostros vigilan como si los cuerpos ocuparan un hueco
que la codicia ansía, los cláxones suenan rítmicos,
no existe música igual inventada por ejércitos de acero y bielas,
en los parques los niños nadan sobre un mar imaginado
en playas de arena ocre con columpios de óxido azul,
parpadean las madres por el humo de las fábricas
que se posa como un manto sobre los cabellos multicolores.
Tengo un destino y un hogar, tengo la suerte de los bulevares en flor,
las avenidas del norte son anchas como túneles abiertos al sol,
la ciudad abandona la periferia de los escombros,
va hacia los vestidos caros, los maletines de ejecutivo,
los coches de alta gama.
Pero, amigo, si quieres conocer la ciudad, acércate al barro,
a las casas que duermen su penuria de esqueletos raídos,
al olor de las alcantarillas en la media tarde de agosto,
al sucio carmín de las mujeres y las manos ajadas de los hombres,
descubre la ruindad del sobreviviente en una sonrisa falsa,
viaja por las cloacas de las sombras para comprender mejor la luz.
Paséate por los jardines de estanques que relumbran,
donde las risas son blancas y los arboles no mueren
entre el polvo con una pátina hambrienta,
pero, también, por el frío de los tabucos,
detente en las esquinas reservadas a las putas
envejecidas por el fluido del semen y el asco,
un hombre duerme bajo los cartones que le regalaron en el súper,
es triste la desesperanza.
Y bien, no me hagas caso, si visitas la ciudad
no te olvides de los famosos museos,
reserva entrada en los teatros del centro,
disfruta de los restaurantes que aconsejan en Tripadvisor,
recorre las calles donde los próceres del lugar vivieron,
prueba los productos típicos y visita los lugares nocturnos de moda.
Eso sí, la ciudad que habrás visitado
solo habita en los mundos virtuales de los portales de internet
y en las guías turísticas que se venden en los paraísos artificiales de las vacaciones,
no en la piel de sus proscritos.
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