Pies míos, sin nombre,
que calzáis los espejos de la lluvia,
barco que deriva en el roquedal
y sucumbe a las olas del torrente,
jeroglíficos del alma,
pies míos que chapoteáis en la niebla,
carne sin luz, coturnos con ligas de lino,
caballos alegres que manáis doblemente,
lluvia y néctar, trino de la azabachería,
misal que es un clamor a la hora virgen del misterio,
nocturna la letanía, pies cristalinos,
llevadme al imán de la piedra,
arcada de santos y ángeles de estuco,
trompetas y clarines celestiales,
qué lejos mi ser, icónico ser de negación
que se aclimata bajo el tímpano,
llueve, misericordiosa lluvia,
la cripta de mármol entreabierta
y la invisibilidad del incienso,
por qué el almíbar en los labios,
para ti el pábilo del cirio,
la náutica hermosura del humo blanco,
cuerpo mío, en el cruzar de las losas limpias el hambre,
la anochecida, diez mil espíritus vuelan
ente iconos, lumbre, dorados, columnas estériles,
ecos sin nacer, un púlpito de plata,
qué soledad y cuántos los idiomas que unen la fe
y el trompo fértil de una recompensa dulce.
que calzáis los espejos de la lluvia,
barco que deriva en el roquedal
y sucumbe a las olas del torrente,
jeroglíficos del alma,
pies míos que chapoteáis en la niebla,
carne sin luz, coturnos con ligas de lino,
caballos alegres que manáis doblemente,
lluvia y néctar, trino de la azabachería,
misal que es un clamor a la hora virgen del misterio,
nocturna la letanía, pies cristalinos,
llevadme al imán de la piedra,
arcada de santos y ángeles de estuco,
trompetas y clarines celestiales,
qué lejos mi ser, icónico ser de negación
que se aclimata bajo el tímpano,
llueve, misericordiosa lluvia,
la cripta de mármol entreabierta
y la invisibilidad del incienso,
por qué el almíbar en los labios,
para ti el pábilo del cirio,
la náutica hermosura del humo blanco,
cuerpo mío, en el cruzar de las losas limpias el hambre,
la anochecida, diez mil espíritus vuelan
ente iconos, lumbre, dorados, columnas estériles,
ecos sin nacer, un púlpito de plata,
qué soledad y cuántos los idiomas que unen la fe
y el trompo fértil de una recompensa dulce.
Pies míos que añoráis los caminos,
las sendas junto al mar,
los dioses ocultos y el haz de los faros,
dejad que los altos aljibes de la clemencia se muestren,
hay un arpegio de mamposterías mudas,
los sillares sin aliento, el pórtico de la gloria
un teatral ejército de marionetas en éxtasis,
el parteluz divide mi cuerpo
y soy mitad hereje
y mitad demonio.
Pero, pies míos, decidme,
por qué me lleváis al busto donde los huesos de la virtud
son un marfil, un ébano, rubís y plata, oro y nubes que yo no beso.
Pies míos, alejadme de la sed del profeta,
que deje de sonar el silencio,
que una música de flautas y oboes grises
no alimente el rumor de los álamos,
buscad por mí la lejanía,
el túnel o la cruz que el laberinto bifurca,
pies míos llevadme a la lluvia, a las calles solitarias,
al vacío de los horizontes, a la cueva sin sol
donde languidece el proscrito cada día de cada noche,
cada noche de cada día.
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