Me reflejo mil veces en la araña de cristal.
El exilio puede ser: voces distintas,
la lluvia dentro, un hotel sin alma
como un papel no escrito.
En las escaleras crujen mis pies,
el mármol perdió el color,
huele a naftalina,
al óxido de la herrumbre.
Es como si alguien devolviera a la vida
a los personajes de las fotografías antiguas,
una educación exquisita,
el chaleco raído y la vejez en los párpados.
La luz amarilla,
panal de abejas silenciosas
en un mundo transparente
de telarañas de bronce.
Habitación sesenta y tres,
lluvia en el cristal,
canto de ascensor en los oídos.
Mi nuevo hogar.
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