viernes, 5 de febrero de 2021

El tiempo nos desgasta y ya no somos quien fuimos

 Una misma voz,

el pensamiento firme como un pilar,

este navío en el piélago de oro

sin memoria

ni infancia.

 

Tu piel es un árbol joven

con nidos frágiles en su ramaje oscuro.

 

Mi piel,

casi vieja, costra del sol,

se mira en el espejo de tu nieve.

 

Hay portales que el léxico engalana,

rosas de tiempo en el futuro de la magia,

una herencia sin perfil,

solo dibujos en el corazón

que nos une.

 

Aquel teatro

donde los músculos

como islas de frutales húmedos

conocían el sudor de las axilas,

dos vientres que copulan la luz

después del insomnio de unos pájaros

sin ardid.

 

 

Queda en las orillas

todo el crepúsculo

que los relojes

con hilos pálidos

tejen.

 

Ahora las palabras son su envés,

ese orden sin mácula ya no existe en los enigmas,

y llega la lombriz con ojos de carne

al suelo,

hogar sin ramas,

laberintos del rencor

donde cualquier adjetivo es una herida,

un presagio que niega

el perdón inmaduro de los neonatos.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario