miércoles, 3 de febrero de 2021

Los relojes no saben de sexo

 A contratiempo,

a contraluz,

el río que estalla en mis arterias.

 

Maúlla el gato invisible,

la comezón pulcra del oculto deseo,

el lugar donde nadan las sombras,

un túnel se abre con la flor de la vida,

lumínico y febril.

 

Hay jilgueros sin párpados

que guían la locura,

los sexos ambiguos son fósiles,

nidos imberbes.

 

Aquí, hoy,

lejos de la escama,

próximo al columpio de la fragilidad,

en un miércoles despiadado,

con el neón parpadeante de los suicidas en la sed

llego desnudo y en el altar de tus caderas, 

palpito.

 

Solo nos aguarda el frenesí,

después ya no existirá este reloj

que, ahora,

se oculta entre tus senos, como un niño sin paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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