Frente a la ventana,
en un día gris de lluvia,
abres la boca
y el vaho deja una nube
en el cristal.
en un día gris de lluvia,
abres la boca
y el vaho deja una nube
en el cristal.
Reconoces tus pasos
sin que suenen a otro,
respiras un aire propio
que se agarra a tu piel
como una pleura invisible.
Adivinas el crujir de tu mandíbula sin sueño,
hay sonidos que llegan a ti: la música en un dial,
la tertulia en el televisor, los cláxones de la calle,
los diálogos de vecindad.
Lees libros para no morir, lees porque así sientes
que vives con los monstruos, las princesas,
los aventureros y los condenados.
El insomnio es tu patria,
igual que la noche es tu amante.
Orinas débilmente en un tazón de plástico,
huyes de los espejos,
cuando el teléfono suena te asusta su timbre,
la insistencia alcohólica de su gong.
El sol proyecta tu sombra en la pared,
tu desvergonzada sombra
con la que no cesas de discutir.
Tus únicos amigos son los recuerdos.
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