A veces converso con un ángel oscuro.
Otras veces un chivo me mira con los ojos rojizos
y un rictus de asco en las barbas.
Mi hogar es un cenotafio eternamente iluminado:
luz de transparencia, luz húmeda y añeja,
luz iridiscente, pútrida luz o luz flamígera,
luz entreverada, artificial, lengua de luz
que me carcome. Pero yo soy sombra,
sombra espesa y fláccida, sombra de árbol
en un yermo, sombra ensombrecida por la sombra
de todas las sombras que me habitan, sombra lunar
bajo un orificio de luz. Yo le pregunto al ángel
cuando vendrá, me oculto del chivo en la doblez
del cristal, me alejo de la luz porque una sombra
solo puede abrazar otra sombra,
y así, en la oscuridad de mi noche surge
una duda: ¿esto es vivir?
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