Ha crecido la luz y el mar se amansa
como un cristal durmiente.
El aire cae lento
con alas de sudor y un aroma a cenizas.
Caminamos hacia el espigón,
los farolillos contra el cielo, es el día de los pescadores,
olor a yodo y a sal, los jóvenes se lanzan desde la escollera
y penetran las aguas como cristos desnudos.
El verano es un abrazo de calor que asfixia los nombres.
Fue en agosto cuando vimos el azul de una playa infinita,
el pulcro bruñir de las chabolas encaladas;
en el primer viaje, recuerdas, hacia el sur,
hasta un horizonte sin final.
Se excitan los pájaros con el regreso de las barcas,
en la dársena el color agreste de los esquifes.
Pasará el tiempo de la luz,
la canícula, de pronto, recogerá su blanca hoguera
y en los ojos de los hombres una mota de labor,
una húmeda canción de despedida
vestirá de gris
el mañana.
Maravilloso poema.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Amapola. Me alegra que te haya gustado. Besos para ti.
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