Tú quisieras el abrazo infinito del lloro,
besar la piel arrugada, sentir el desvalido germen
contra tu pecho de progenitor nonato.
Lo sientes como pluma, delicada forma
que abre sus ojos hacia la luz blanca.
Lo cuidarás tú, lo cuidará la madre
con la ternura del pezón en sus labios,
lo arroparás dulcemente,
lo pasearás sin importar el color de las ropas,
le enseñarás el mar y la montaña,
el tráfico de las avenidas, el jolgorio de los parques,
las estaciones que cambian el aire y la luz,
le susurrarás palabras que desde tu hombría nunca dijiste,
le cantarás canciones de niñez que el recuerdo trae para ti.
En la noche, en la medianoche, en la madrugada
se despertará porque su voz es un mandato de cariño,
de hambre y de miedo. Mirarás a tu mujer
y ella sonreirá mientras los dos os abrazáis
como si para vosotros en ese momento empezara el mundo.
Y un día y otro día y otro lo verás crecer,
es un adolescente extraño, es un joven perdido,
es un hombre responsable de su vida,
tendrá hijos o no, tendrá amor o no,
solo ansías que sea feliz, que no sufra,
que encuentre un lugar donde pueda conseguir sus sueños.
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