Tus manos se agitan, igual que entonces,
cuando querías explicarme con gestos el silencio.
Tu voz levemente ronca acaricia las palabras
como si pretendieras en un descuido seducir a la luz.
Tu tesón, aún te viste, con el oropel de la voluntad,
fumas con el cigarrillo dibujando sombras, inquietudes.
En el perfil guardas la mirada altiva del desafío,
en el pecho dos palomas que esperan el arrullo,
un zureo amable que convoque a los labios humedecidos.
Tus muslos han dejado de ser el empuje de un corazón en brasas.
El azar nos citó una noche de música y alcohol,
al mirarte comprendí qué es la verdad, qué es el olvido.
Suena la canción que muchas veces escuchamos.
Tú dices que el viejo cantautor ya no compone sueños.
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