sábado, 30 de diciembre de 2017

El espejo

Un solo espejo es testigo de tu paso.

Queda atrás la imagen etérea que dejaste,
fugaz en su huida,
consciente de que la realidad no vive
dentro de la mirada frágil del cristal.

Al amanecer de la duda,
bajo la insegura razón de la juventud,
tu rostro quiso penetrar
en la extrañeza de una mueca
o en la inmóvil fragilidad
de un pensamiento.

¿Quién no ha entendido
que en el azogue hay una condena
tras la que el tiempo se vuelve metal,
y tú, carne que, lentamente,
se marchita?

Tu madurez calla
cuando la noche viste tu faz
con el misterio de los sueños perdidos
y quieres recordar, eternamente, el pasado
como si aún fuera posible
volver a la semilla que traspasó la luz
en un momento
de incrédula felicidad.

Quizá sea mejor
que solo atisbes el tránsito de tu silueta
en los vidrios más oscuros
o en las calles donde sea borrosa tu figura
de hombre que camina en silencio.

Serás, así,
permanencia en la memoria
del abandonado espejo,
corazón que late en su infinita quietud,
lámina invisible en un centro
que ya no podrás desdoblar
con tu irreal luz.

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