Tú sabías que el hijo sería luz y tiniebla.
Un nuevo orden enfila los pasos, atrás
la aventura como un vacío de fulgor
en la línea que el azar ya no dibuja.
Otra ciudad se muestra con el árido gesto
de la extrañeza en su piel y es el mundo
un perfil de sombras, una melodía de labios
difusos donde se pierden los anclajes
de la memoria. Somos tres y los días,
somos tres en una noche de persianas
bajadas e insomnio en las paredes. Somos
un futuro que no lleva la máscara del albedrío
en su faz mecánica, la piedad y el amor
que cuida de un ser pequeño, el mañana
de este árbol que nos dará cobijo, en la vejez
sin tregua que asoma ya como una fiera herida.
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