viernes, 15 de diciembre de 2017

El canto de la golondrina

Aún nos queda la palabra,
lo que dijimos y lo sin decir,
el deseo invertebrado entre las elipses,
la huella común de los paraísos perdidos.

Es mucho lo que nos une en la distancia,
la edad y la lujuria,
el peso de una historia
que solo tú y yo conocemos.

Y es que hay una verdad en lo efímero
que se escribe en los instantes duplicados
o en el azar que habita la duda y el equinoccio
de los planetas desconocidos.

Y, sin embargo,
qué importa si en la noche los cíclopes fueron
el ojo invencible de la unión
o el ala excelsa del cenit
en un instante de luz.

Hoy sé que el tiempo
escribe canciones de olvido
sobre el arpa amable de la vejez.

Quisiera, próximo, el canto de la golondrina
cuando suave se estremece
como una flor en el invierno más duro.

Para así desnudar las horas entre los dedos
y sentirme, al fin, nieve agotada,
tan lejano ya del estallido azul
que fue mi gema o mi color,
mi yo mismo sin retorno
al corazón de un sueño.


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