Es un rastro o una huella que no deseas.
Ajada por el roce su piel ennegrecida ha
perdido el olor de la pureza, el salvaje
orgullo del cuero indemne sufre ahora
la inanición del enclaustramiento en los
rotos bolsillos del misterio y la oscuridad.
En su vientre el plástico y su dureza mercantil,
la fotografía de un grupo familiar, cuartillas
deshojadas con signos, números y olvido,
billetes que zarparán como sucias balsas
de papel hasta el puerto casi vacío de una
caja registradora. Y, también, un trébol reseco
oprimido por diez monedas gastadas, tu teléfono
anotado bajo el dibujo a lápiz de un rostro juvenil,
desvaída ya la tinta en el arabesco de tu nombre
que una vez fue, para mí, símbolo de eternidad.
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