viernes, 15 de septiembre de 2017
El accidente
El enjambre es difuso,
esquinas sin duende y lunas en la quietud
de las farolas ciegas.
El coche igual que un impulso de cuerpos encendidos,
el neón dejó de ser verde,
las terrazas cierran sus bucles de diálogos rotos,
en la ceniza del sábado el motociclista
sube a los peldaños del cielo
con la velocidad de un pájaro en éxtasis.
No hay horas,
solo el silencio trágico de un golpe ensimismado,
el cristal llora, el rostro del metal
encoge sus muslos,
la incertidumbre es un filo de tiniebla,
un casco que no late,
la caída rosa de un mirlo.
¿Qué será de la pregunta
en los ojos ausentes de la rendición?
No quiero,
no quiero la certeza de una voz quebrada,
quiero las avispas bienhechoras
con el susurro lánguido del perdón
y una insignia de oro donde se junten
el azar y la luz,
la esperanza y la vida.
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