Parpadea la luz en el mercado vacío.
Ha llovido en la madrugada, charcos
como espejos, piedras líquidas y mohosas
se desperezan al albor, nadie en la calle
adormecida salvo un perro que olfatea
la basura, nada en el corazón que finge
una lucidez azul, un simulacro arcaico
de torres encendidas y paladines de acero,
el territorio de la hazaña con lábaros trizados
por el viento. Esto es soñar, no pasos, no cintura
que se ha convertido en flecha de amor. Soy
un estudiante tras de ti, pelo corto de doncella
herida, labios que susurran un secreto de alas,
el mirar ambiguo de una ninfa en la arena,
pendientes y labios de color púrpura,
manos que adoran la noche. Cien metros
y un pasillo de agua, cien metros que vuelven
como una senda celeste de la que cada día
huye un ángel, cien metros de ida y vuelta,
noria impalpable de la luz.
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