Una vez fui luz mínima, arpegio de tizones.
Me dieron la bienvenida con alas de cera
que pronto se derritieron, un sol de estío
me bendijo, mas al fin llego la nieve con
su manto efímero y caí en el olvido de los
falsos poetas gracias a un haz caprichoso
destinado a revelar el vacío que es mi numen
y mi esencia. No leáis este epitafio si queréis
volar con el relámpago de un verso, leedlo
como una carta que se escribe al deseo
de haber nacido rima indócil, en el éxtasis
de un fonema que se destruyera a sí mismo
con la locura o el desdén de un bisturí
afilado.
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