Es el miedo a la fisura, al ejercicio de las alas,
al resplandor de un ascenso en titubeo como
un Ícaro desnudo. Ten calma, esa planta tiene
raíz, su voz agrietada será semilla, su narciso
brotará a veces herido, otras perfecto, sin dudar.
El alba nadie la dibujó con huellas gastadas,
vive el ruiseñor en la espesura y alza su canto
infalible, romántico, altivo. Así el sueño de esa
piel joven que aún no conoce el eco de la partida,
vibra la noche, se enciende el semáforo de un verde
abstracto y crujen los músculos de la paternidad
huérfana. ¡Qué error si el abrazo dura lo que dura
el tiempo de la lasitud!, pronto un aire desconocido
desoirá los consejos caducos de un ayer que ya no
es infancia infinita, ni cadena donde atrapar ese vuelo
que crecerá hasta el confín de cien mil horas de futuro.
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