martes, 17 de octubre de 2023

El hogar que nunca encontraste

 

Te agarrabas al color de las habitaciones como un ángel triste.

 

De galerías y parqué roído el amanecer de tu casa,

luego una luz amarilla y el sofá de flores,

un rumor de sábados sin final,

las colillas que posaste en el ataúd de los pitillos con carmín rojo

y mil brasas como heridas que no cesan.

 

Era tu otro hogar un suburbio de paredes húmedas,

un espacio donde la luz moría en el cristal

sin darle a la esperanza una razón.

 

Y en el confín de tu nueva casa sonaban clarines y voces militares,

un olor a naftalina, a muebles de otra época,

pero tú enhiesta como un pino austral

lograbas que el frío no tuviera memoria,

que en los leños imaginados

un calor de septiembre nos acompañara

como si fuéramos aves migratorias en la elipse

de un aire tranquilo, con corrientes de azar,

una dulzura tibia que hiciera latir nuestros corazones en vuelo.

 

Todas tus casas te olvidaron porque tú querías infinitud,

no el transcurso breve de lo mudable,

también me perdiste a mí que nunca fui roca ni raíz,

más bien una nube que se cansó de ser noche en tránsito

sobre tu cielo volátil de hogares perdidos en la niebla.

 


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