viernes, 6 de octubre de 2023

El ave herida

 

Te gusta posar tu frente en la ventana porque naciste rayo de sol.

Andas al revés como un reloj que atrasa el latir de su corazón,
aunque sepa de la perentoria voracidad del tiempo
con sus agujas de metal sin brillo.

Te inventas igual que el asombro en la plenitud de la infancia,
con colores estallando en el marfil de tus ojos,
tus ojos que ayer contenían el mar y las olas,
vivos como el coral que recibe la espuma
y reluce breve tras su decorado de vértebras perennes.

Tu piel esconde los misterios del témpano,
la flor del hielo en tus axilas me quema
como el labio húmedo quema la virtud de otro labio que calla;
y vuelves a la lluvia, sin que tu desnudo impida un aleteo de palomas pétreas,
mojadas bajo la luz oscura, junto a ti que tampoco puedes volar,
como un ave herida por la crueldad de los años.

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