Como el
junco te das al aire, cimbreas tu cuerpo
igual que
una flor de mediodía, la edad no importa si
el río que
somos busca una fértil morada. En tus medias
de red no
hallé islas, era tu falda una urdimbre de besos,
curvilínea
la boca con su carmín breve de labios finitos.
A veces
llegan colibrís azules hasta tu quietud insomne,
y yo los
recibo con mis ojos desnudos, con mi pálpito
añejo, con mi
palabra perdida, como si de mi voz
naciera un pájaro
que añorase el sol de tu nido.
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