Es un océano sin sonido tu
vientre, nado como un sol
que ilumina las ventanas de
tu casa, me das un latido
y otro y otro más. Yo bebo de
tu amor igual que una flor
bebe del agua de la tierra,
he visto todos los colores resplandecer,
un mediodía eterno me sonríe
cuando tu mano se posa en la cóncava
piel, acaricias tu semilla
con la fe impronunciable de la especie,
con el don semítico de la procreación,
con los albores de una mañana
que tendrá la forma de tu
nombre, la elegida razón de la herencia
derramándose en un cuerpo sin
hacer, en una escultura que cobrará
vida, carne, miembros,
extremidades, vísceras y alma. Déjame en ti
hasta la catarata final, ahora
soy un rey entre glóbulos, células
y un destino donde la luz
escribirá mi historia fugaz en una nube,
rápido será el tiempo que
anuncia un destello invisible entre
las estrellas infinitas que
sobrevivirán al último de los hombres.
Soy feliz y no sé aún que soy
feliz, antes de que muera, lo comprenderé.
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