domingo, 15 de octubre de 2023

La casa viva

 

Está viva la casa porque gime el corazón de sus muros.

Lo intuí desde la infancia cuando el pasillo fue vena de sangre oscura
y yo un nadador de su silencio.

Está viva la casa con la melancolía de los espejos
que me devuelven, engañándome, un rostro juvenil,
como si la memoria con su ansia de azogue
fructificara tras un óvalo que se amolda a las veleidades
de quien en su faz de hoy ve una quimera.

La casa está viva, pues los libros se abren
por las páginas marcadas con aquel lápiz que escribió notas de ilusión
bajo las letras inamovibles de un discurso eterno.

Está viva la casa si miro los cuadros
y sonríen sus bocas de óleo yacente,
si en el reloj de madera no encuentro la mortaja del cuco,
si el teléfono timbra cada día en mi corazón
como si Raquel aún quisiera dejar en el contestador
el mensaje íntimo que nunca se atrevió a decirme.

Está viva la casa porque los recuerdos inundan las paredes,
las voces familiares siguen flotando en la luz, con su alegría de sol,
con el susurro infantil detrás de las puertas, con su invisibilidad de fluido mágico.

Está viva la casa, simplemente, porque así lo siento.

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