Se ha vuelto ocre la sangre
de mis venas
y caen hojas como latidos
cansados
en el pulso que envejece.
Hace frío entre los hongos de
un bosque de capilares,
lo sé porque hay una sombra de
clorofila en la cabellera de mi brazo.
Llueve en mí, quizá porque el
agua en otoño es variada y vivaz,
lo mismo que el caudal que me
provoca tu piel de verano,
tan cerca de mis diques que
se abren como espitas
si te aproximas con el sol en
los ojos y una callada sed de beberme.
Adentro los días se acortan y
en su brevedad abrazan la luz
con el instinto de un animal
que ve en la noche su adiós
de primaveras perdidas, los
juegos del color callan
bajo los arcos iris del
tiempo.
Soy lentitud en la bruma que
brota,
soy la niebla que halló
hospedaje en este corazón de octubre,
soy el silencio de los pájaros
que vuelan dentro de mí,
hacia el calor de tu nombre
en la eternidad de julio.
Y es que Julio eres tú, Julia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario