No me salen las palabras rotas.
Quise un crepúsculo de alba,
un amanecer negro como carbón
antiguo. Una playa dulce
y un río de sal, una canción
sin letra y un animal sin cuerpo
al que decirle las palabras
rotas. Busqué un azul convertido
en verde, junto al mar que me
acuna donde fuera inaudible
mi voz si recitase las
palabras rotas. A los espejos les mostré
mi espalda, prefería ver mi
rostro en el bisel que diluye mi
perfil al proclamar las
palabras rotas. Mudo como una flor de estío
dejé morir las frases donde
las palabras rotas revivirían. Y así,
en el silencio breve de mi inexactitud,
guardé para mí las palabras
rotas y comprendí que entre
ellas estaba tu nombre, también roto.
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