Con la lluvia creciste como
un árbol de agua,
en tus alas un infinito de
lágrimas cayendo
sobre la memoria de las cosas
me decía que eras vida,
rocío, polen húmedo
que desnuda la flor de mi
nombre,
traslúcida canción de los
ritmos invisibles,
cortina que engalana la sed
de mi boca.
El crucigrama del
alcantarillado recibe tu abrazo de aguanieve,
revolotea a tu alrededor el
pájaro del desierto
porque busca el manantial solemne
de tu risa líquida,
busca el abril perdido bajo
el sol estéril
que puso un delta seco en su
rostro.
Una vez la lluvia fue silencio
y azar de tu alba,
enamorada de las fuentes,
hija de los ríos,
amante de la nube negra, todo
en ti era símbolo.
Solo te pido que mojes con tu
llanto el cáliz de mis ojos,
que beban la grisura de tu
ser,
que allí donde te derramas yo
sienta la luz
y no la sombra ágil del
tiempo.
Destruye al fin los diques
que contienen a la flor de la felicidad
y naveguemos juntos hacia un
mar que nunca conoció el crepúsculo.
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