viernes, 16 de septiembre de 2022

Manchas

 

Demasiado visibles para ser olvido.

Forman un archipiélago sobre el mar de mi piel,
una huella del tiempo y la sombra,
son el ojo negro que vive en mi bosque
como un recuerdo de la llama,
son el rastro que mata la virginidad,
lo que dibuja el niño cuando es monocolor su horario.

La adolescente piensa en un rosal aún creciente,
sin que el polvo, la lluvia irisada, el aliento del sol,
hayan puesto en su abril un estigma.

Dueños somos de la pureza,
porque lo puro no tiene vida,
que el tiempo siembre sobre mí su ocre pasión,
así sabré que hay rescoldos o ceniza que aún brillan,
con siluetas caprichosas: islas, nubes, poliedros, círculos,
botones que abrochan olvido y nada,
con ángeles pardos que enternecen mis valles,
el territorio donde los capilares se ocultan bajo el coral de una peca,
señal entre las señales que cada uno inscribe- desliz-
en la singular geografía de su omnímoda piel.

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