A veces
habitamos mundos de resplandor.
Hay
cabellos que caen sobre hombros de plata,
hay duendes
invisibles en las pupilas que nos enseñan la luz,
por eso es
un misterio el halo de tu sombra, la dorada música
que
acompaña a tus pasos, la curva apenas fingida
con que
destrozas el deseo.
Se ciñen a
ti vestidos de algas, una blusa es un mar infinito,
los botines
de ante esconden historias nuestras
con una sonrisa
de mañana; verte me desnuda,
verte
enrojece mis ojos con una lágrima no nacida,
verte son
alas en la niebla que elevan tus pechos
hasta el
fulgor de un día claro.
Añoro tu voz,
que sé hija de la siembra,
hay
escenarios donde el capricho danza
y somos
nosotros sus arlequines.
Anticípate
y toma el tren que yo perderé,
te irás
como la póstuma luz de un cuadro
que el
olvido guarda en el desván más oculto.
Siempre se
recuerda de la vida lo imposible,
aunque los naranjos no paren de crecer
en los cráteres de la luna,
si tú así
lo sueñas.
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