Al
principio fue un misterio de luna en la carne sin voz.
Son los
sentidos del ayer el espejo roto y el pájaro que le canta
a la ceniza.
Se vierten la luz y la historia, el gusto y la tiniebla,
el taco y
la nieve, el sonido y la catacumba abierta, el olor
de las
margaritas fúnebres en los camposantos del tiempo.
Aprender a
caminar sin los hilos del amor, suicidándote
en los
segundos que amanecieron negros. Se abrió el párpado
y bajaron
los cometas a tu suelo, fue incógnita el murmullo
de la
madre, fue silabario el aprendizaje de la música, el ritmo
de las acequias
cuando el agua es la verdad de los frutos en sazón.
Entendí que
en los pasillos efímeros del mar vive tu nombre,
supe del lobo
invertebrado, apócope de ti al mirarme, altiva.
Lejos, en
el corazón de las sombras, hay criaturas fosforescentes
que aún no
han nacido, las veo de madrugada cuando la noche
es un ejército
de nubes sin sol, cuando mi cenit relampaguea
en los ojos
del azar, cuando ni yo existo, ni tu amaneces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario