domingo, 4 de septiembre de 2022

El náufrago

 

Nadaré entre las olas como una lágrima perdida
en el corazón del dolor.

He crecido sin el mapa donde las islas no existen,
de la palabra intuí el signo difuso que borraba la música,
de los pecios del alma robé crisantemos y abalorios,
un áspid y la huella del lince en el bosque.

Pisé nubes blancas en los arroyos del olvido,
en la concavidad de los omoplatos hay minas de incertidumbre,
moldes de mango que absorben tus silencios.

Y el néctar que abandona la piedad dulce,
y las hojas del sauce, estalactitas afiladas
que mueren por ser gravedad en la angostura del aire.

Un símbolo del racimo inacabado que llora por ti
en las cuevas de tu perdición, un gong de platillos verdes
que se golpean hasta crear el sonido que amortigua el asombro.

Segundos sin nombre que navegan por mis venas,
ardides que la corriente, tal vez el océano de tu piel,
señala en las coordenadas que regulan el tiempo
y los designios que habitan el porvenir.

Me verás en el esquife que arrojó de sí la nave milenaria,
frágil como la rosa de los vientos entregada al azar,
oculta mi faz por el coral que esta eterna singladura va dejando en mis mejillas.

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